María Jesús Castillejo

Una periodista entre artistas

La presidenta de arteNA cuenta las razones que la han traído hasta aquí

¿Qué pinta una periodista presidiendo una asociación de artistas? Es una pregunta que sin duda se hace mucha gente de Navarra desde que la asociación arteNA -el nombre completo es Asociación Navarra Arte, Cultura y Solidaridad- se presentó públicamente. Yo también me lo pregunto a menudo. Aunque ciertamente creo que la vida nos lleva hacia determinados destinos -o paradas en el camino, nunca se sabe- por alguna misteriosa razón. Me decía nuestro vicepresidente Natxo Barberena que cada uno somos la suma de muchas cosas que vivimos y que nos van pasando en la vida. Tiene toda la razón. Aún asÍ hace unos años si alguien me hubiera contado esto me habría reído. ¿Artistas? ¿Qué pinto yo con artistas...? Y sin embargo, me siento bien y creo que me acompañan en el camino un conjunto de personas especiales y de artistas extraordinarios pero que muchas veces no están valorados ni se sienten valorados de la manera adecuada. Podría decirse que tengo debilidad por las causas difíciles, por no decir imposibles, sin duda porque yo también lo fui y lo soy.

A mí también me dijeron en su día que no llegaría a nada e incluso durante un tiempo me lo creí. Hasta que me harté de hacer caso a las voces aburridas que nos dan la tabarra sobre nuestras limitaciones y sobre lo que no está escrito. Llegó un día que me planté y dije: Eso lo veremos. Y aquí estamos, cincuenta años después, embarcada en otra causa “imposible”, o eso dicen. Porque en la lucha entre el corazón y la cabeza, siempre acaba triunfando el primero. O por lo menos así lo vivimos algunos. Se puede decir que“rendirse” no está en mi vocabulario.

¿Quién es María Jesús Castillejo?, siguen preguntándose las voces. ¿Quién se ha creído para ponerse a hacer un estudio sobre el sector de las artes plásticas, visuales y gráficas en Navarra, empezando por una encuesta masiva que molesta a más de uno? En comparación con muchos/as supongo que no soy nadie, en realidad. Una pequeña mota de polvo en un universo inmenso. En comparación con otros/as, soy al menos alguien que se preocupa, que cree en la posibilidad del cambio, de la mejora. Que todavía -cada vez menos, la verdad- cree en el género humano y en que la unión hace la fuerza. Que unidos podemos cambiar las cosas.

Y siguen las voces dominando el discurso. O soy una ingenua o soy una creída. Ni lo uno ni lo otro. Simplemente me gusta pensar que la vida y todo lo que la acompaña, aunque muchas veces no nos guste ni un pelo, merece la pena. Pero la merece luchando, reivindicando, reclamando lo que es justo. Y para eso hay que mojarse, implicarse y tomar decisiones que igual molestan. Puede ser. Pero no necesito saltarme las reglas ni hacer nada ilegal o alegal. Hay cauces suficientes porque vivimos en una democracia, gracias a dios, aunque a algunos les pese.

Como decía, yo crecí con el NO por delante. Cuando vine al mundo en el seno de una familia humilde de la Milagrosa todo parecía normal. Pocos años después mis padres empezaron a detectar que no oía bien. Efectivamente, tengo hipoacusia perceptiva bilateral, hoy ya profunda. En palabras llanas, sordera profunda en ambos oídos. En aquel entonces no era tanta, pero sí la suficiente para que algunos profesores le dijeran a mis padres que no podría estudiar en la universidad ni nada por el estilo.

Pero esto para mí no fue lo peor. Lo verdaderamente insoportable fue el acoso al que me sometió la mayoría en el colegio y en las calles. Unos riéndose y otros, compadeciéndose. Hasta el punto de que yo misma me lo creía a veces, me consideraba inferior y tonta. Pero resulta que, en realidad, la naturaleza me había dotado con algo que compensaba en parte lo que me había “quitado”: mi cabeza funcionaba perfectamente, mejor que bien, y nunca tuve problemas con el lenguaje, ni hablado ni pensado. Y se me daba bien estudiar, de hecho, me gustaba. Además, como había tanto tonto suelto, me refugié durante muchos años en la lectura, en los libros, que me dotaron de mayor conocimiento del mundo y del género humano que el que tenía otros a mi edad. Durante años ellos fueron casi mis únicos amigos y gracias a ellos estoy aquí.

Eso sí, mi familia me apoyó siempre. Cuántas veces lloré en las faldas de mi madre porque me habían acosado -o insultando, o dejándome de lado- en el colegio o en la calle. Muchas veces me iba con mi abuela paterna al pueblo, a Marcilla, donde me sentía feliz y querida por todos. Qué diferencia con la ciudad, en fin.

Las cosas cambiaron cuando cumplí 12 años. Un día -sola, como siempre- estaba mirando cómo bailaban un grupo de chicas del barrio y una de ellas se me acercó y me ofreció entrar en el grupo. Se llamaba Belén y hoy es una de mis grandes amigas. Gracias a ella pude salvar la adolescencia dentro de un grupo enorme y genial con el que me divertí y viví cosas preciosas y también unas cuantas locuras, las cosas como son. Pero por primera vez empecé a creer en mí misma. Y sé que fue algo fundamental e imprescindible para ser lo que hoy soy.

No obstante, toda aquella locura hizo que no me dedicara a estudiar como antes y en un momento dado solo tenía el graduado escolar. Empecé una FP pero no la terminé. Me eché novio y no salió bien. Con 19años estaba embarazada y tuve que elegir sola el paso siguiente. Elegí tenerlo y nunca me he arrepentido. De hecho, es lo más grande que me ha pasado en la vida.

Entre tanto, al año de tener a mi hijo me di cuenta de la verdadera fuerza interior que me llenaba y me dije: por qué no. Voy a volver a estudiar. Volvieron las voces tontas que me decían “para qué, si no lo terminarás”, “no vas a poder”. Las callé todas trabajando -en cualquier cosa- y estudiando al mismo tiempo, atendiendo a mi hijo y también a mi madre enferma... Finalmente me saqué el título de Periodismo en la UNAV, con becas claro.

Y seguidamente entré de prácticas al Diario de Navarra y aquí sigo casi treinta años después. No fue un camino fácil y gasté en ello demasiadas energías. Tenía la mala costumbre de implicarme demasiado y no se me ocurrió otra cosa que luchar a través del periodismo por los sectores sociales más vulnerables: personas con discapacidad o enfermas, mujeres maltratadas, menores con problemas, personas mayores, la cooperación con el Sur... Fueros años muy bonitos, pero también duros, agotadores. Incluso me metí a sacarme un Máster de Educación para el Desarrollo.

Tantas energías consumí que por el camino he tenido que superar dos crisis de ansiedad y depresión. Verme en aquel pozo negro fue terrible y no se lo deseo a nadie. Pero como lo que no te mata te hace más fuerte, aquí estoy, otra vez luchando. Mientras, en el periódico cambié a la sección de Cultura y también retomé algo que tenía pendiente desde hacía muchos años: escribir literatura. Llevo escribiendo desde los 11 años pero solo entonces, con más de 40 años ya, me tomé en serio esa aventura. Y para darme un empujón, me saqué un Máster de Escritura Creativa.

El arte, una nueva aventura

¿Y el arte, qué? Descubrí el arte cuando estaba en plena depresión, a través de unas manualidades terapéuticas. De pronto, yo que había sido siempre más bien chapucera con esas cosas, me vi pintando figuritas, aprendiendo a hacer transfer y cosas por el estilo. Y me gustó mucho, muchísimo. Me apunté a algunos cursos y empecé a pintar muebles, cajitas, todo lo que se me ocurría. Y al final acabé creando composiciones a partir de cuadros viejos. Algunas las tengo colgadas en las paredes de mi casa. Incluso me apunté a un taller de óleo y empecé a pintar alguno...

Para entonces el Máster había dado sus frutos y escribí y publiqué, en 2024, una novela infantil titulada Mi abuela es una bruja. En realidad, no fue mi primer libro. En 2007, en pleno fragor periodístico, hice un estudio sobre el mundo de las ONG.

Como conozco el percal, sabía que el librito infantil no tendría mucho recorrido, ya que el sector de los escritores es como el de los artistas: solo unos pocos privilegiados gozan del éxito. Y pensé qué podía hacer para conseguir un mayor impacto sobre los dos temas de los que habla el libro: la caza de brujas y el Alzheimer. Y se me ocurrió nada menos que montar una exposición artística. Para mi sorpresa y aunque me costó lo suyo, logré implicar a unos 70 artistas de todas las artes plásticas. Eso fue en marzo de 2025.

Fue allí, en la exposición -que duró un mes- donde escuché una y otra vez las quejas de muchos artistas sobre la mala situación del arte y todas esas cosas. Y se me ocurrió lo de la asociación. Y bueno, aquí estamos, porque los artistas implicados no me dejaron irme de la presidencia, se empeñaron en que me quedara. A mí me parecía una locura: ¿una no artista o una artista aficionadísima presidiendo una asociación de artistas? No tenía mucho sentido.

Pero bueno, alguna razón habrá, ja ja. Lo que sí puedo decir es que en este tiempo he aprendido muchísimo sobre arte y me encanta. Así que ahí voy, lanzada como siempre, en una nueva aventura. Por suerte me acompaña en el camino gente veterana, muy preparada, con mucho arte, con buenas cabezas pensantes y lo que es más importante, con mucha ilusión. Y es gente que confía en mí, que cree en mí.

Eso es fundamental. No sé qué nos deparará el futuro, pero lucharé por todos ellos.

María Jesús Castillejo.

Mi abuela es una bruja. 2024.