María Jesús Cabodevilla

Pintando las voces de la Foz de Lumbier

María Jesús Cabodevilla
María Jesús Cabodevilla

Hoy en día Adansa es uno de los muchos despoblados de Navarra. Pero hace muchos años se oían las risas de los niños jugando, entre ellas las de María Jesús Cabodevilla Munárriz (Lumbier, 1950), que ya despuntaba pintando piedras y palitos y revelaba que, al fin y al cabo, era sobrina nieta del conocido escultor Fructuoso Orduna. Por circunstancias de la vida, aunque la familia vivía en Lumbier, pasaban buena parte del año en el caserío de Adansa, propiedad de la abuela paterna y hermana del escultor.

El padre de María Jesús, agricultor, se encargaba de gestionar a los peones que trabajaban en la propiedad. Las visitas de Orduna, pronto viudo y con una hija, eran habituales. Al final se la llevaron consigo con 14 años para acompañar a su hija y viajó mucho. Madrid, Valencia... También estuvo en Toulouse -Francia- con unos familiares. En la mansión del escultor, en Madrid se codeó con la nata y crema de los pintores y escultores de la época. Con una risita, cuenta que se hacían muchas fiestas.

Mientras, sus padres la azuzaban para que estudiara algo útil, como Comercio y lo hizo, pero a ella lo que le gustaba era pintar. Igual que sigue pintando hoy, todos los días sin falta. María Jesús pinta mucho paisajes de la Foz de Lumbier y alrededores, porque, según cuenta, siente que el agua del río, el viento rozando los árboles…, le hablan. Y ella escucha y pinta para atrapar los sonidos, los colores, las texturas. Pero no solo pinta cuadros, que también. Bolsos, marcapáginas, cuadritos pequeños y otras bagatelas que vende sobre todo en Lumbier, donde pasa buena parte del año a pesar de que vive en Barañáin. Casada, con una hija y una nieta, dona parte de los beneficios a los niños saharauis que vienen en verano a su localidad.

Una boda… y un informático

Pero nos habíamos quedado en Madrid, en casa de Orduna. Pudo viajar después a París, donde vivió tres años, aunque de forma intermitente. Pero un día volvió a España por una boda… y conoció a un informático, del que se enamoró. Y tras un tiempo se vino a Barañáin, donde se instalaron, hasta hoy. Mientras, en esos años había dado clases de pintura con artistas como Ana María Sanz Tineo, Javier Balda o Dimas Lasterra. Al poco tiempo se puso a trabajar como profesora en la Casa de Cultura, donde ha estado tres décadas enseñando. Ahora lo sigue haciendo en el Club de Jubilados de Barañáin y con un grupo privado en Ansoáin.

María Jesús desprende un aire entre ingenuo y un poco hippie, siempre con una sonrisa, divertida y enérgica, sin darle mayor importancia a tantos años dedicados a la pintura en una época en la que las mujeres no eran demasiado valoradas y las mujeres artistas, menos aún. Tampoco importa mucho ya, porque ella vive pintando, muchas veces hasta altas horas de la madrugada, cuando todo el mundo ya duerme.

A esta lumbierina le encanta sobre todo pintar al óleo, aunque domina igualmente el pastel o la acuarela. En muchos de sus trazos se nota su admiración por los impresionistas, pero sobre todo su amor por la naturaleza. Paisajes y flores pueblan sus cuadros, aunque de vez en cuando se le escapa algún retrato imaginario. Eso sí, el color es fundamental y por eso pinta, por ejemplo, los cardos con fuertes toques de verde azulado en las hojas y de rojo o morado en las flores… “Siempre me han gustado mucho los cardos”, admite. Pero también recrea con precisión los marrones, ocres y amarillos de las hojas otoñales en el bosque navarro...

Ahora se ha unido a la asociación arteNA porque tiene ganas de compartir inquietudes con otros artistas. Ah, y María Jesús tiene su propio espacio expositivo. Cuando está en Lumbier cada día cuelga sus creaciones en los muros de la casa familiar y en cierto modo vuelve a ser la niña que pintaba en piedras y palitos y que hacía travesuras con sus hermanos en Adansa, donde llegó a conocer incluso “el canto de cada pájaro”. Su huella está también en la residencia de ancianos de Lumbier, donde ha pintado murales en las paredes y flores, muchas flores, entre el suelo y los pasamanos, ofreciendo así a los mayores como una primavera eterna.

Texto: María Jesús Castillejo

Irati en otoño. Óleos obre lienzo. 60x46 cm.

Obras de María Jesús

Tramontana. Óleo sobre lienzo. 61x46 cm.

Lilas. Óleo sobre lienzo. 41 x 66 cm.

Cardos. Óleo sobre lienzo. 61x46 cm.