Naty Cía
Cerámica con alma


Residente en la Ultzama, desconecta de todo cuando se mete en su estudio.
A los 10 años ganó un concurso de dibujo en el colegio y le regalaron nada menos que un maletín de pinturas de óleo. No es de extrañar que pronto Naty Cía Elcano (Pamplona, 1961) pidiera a sus padres lienzos para pintar. A partir de ahí nunca dejó de dibujar, de pintar y de experimentar con ello. Con el tiempo terminó la escuela e intentó cursar Administrativo primero y Peluquería después, ya que, claro, había que ganarse la vida… Mientras, pasó un tiempo por el taller de Patxi Buldain y por el de Mariano Royo. Además, un amigo de la familia que volvió de México y compró una casa le encargó 17 cuadros para decorarla. Y lo hizo, por supuesto. Pintó paisajes, bodegones… de todo, recuerda. También expuso cuadros en el bar Alivio de Pamplona.
Pero la vida le llevó pronto por otros derroteros distintos. Una relación la hizo trasladarse a Zaragoza, donde trabajó en el sector del comercio, lo que le dejaba sin tiempo ni fuerzas para pintar. Al final a los 4 o 5 años rompió y volvió a Navarra, en concreto, a Villava, donde estuvo un tiempo de alquiler. Trabajó en distintos lugares, normalmente en puestos temporales. También realizó cursos de restauración de muebles, talla de madera, escaparatismo...
Hasta que entró en una tienda de muebles donde de nuevo tuvo que lidiar con el horario comercial, con el consiguiente estrés e incluso una ansiedad que acabaría dándole problemas. No obstante, por aquel entonces volvió a la pintura, en concreto, decidió “empezar de cero” en el taller de Conchita Bardají, en Burlada, donde hizo de todo menos acuarela.
Un día pasó por delante del taller de cerámica de Estrella Los Arcos en la Milagrosa y le entró la curiosidad. Reconoce que se enganchó complemente a la cerámica. De eso hace ya veinte años -y aún continúa-. La cerámica le absorbió hasta el punto de que ya casi nunca pintaba.
A todo esto, en Villava había conocido a su actual pareja y ambos decidieron hacerse una casa en su pueblo natal, Urrizola Galain, en la Ultzama, donde hoy puede disfrutar de un taller para ella sola y además buena parte de la decoración son pinturas, cerámicas y murales de cerámica creados por ella misma. Actualmente tiene concedida una incapacidad y ya no trabaja, por lo que puede dedicarse a su pasión artística, siempre que la salud se lo permita.
Una necesidad imprescindible
Naty Cía explica cuál es su relación con la cerámica. “Trabajar la cerámica es ahora mismo para mí una necesidad. El diálogo con el barro, ahora mandas tú, ahora mando yo, sentir el barro, conectar con la tierra… Cada forma, cada textura refleja una emoción, conectada por completo con mis sentimientos”. Añade que “el barro tiene sus tiempos, se necesita mucha paciencia, y aceptar que a veces ocurren accidentes y te sale mal…, pero en conjunto es sanador”. Por otro lado, explica que “en crudo, aunque se seque siempre puedes reciclarlo, lo humedeces y le empiezas a dar una nueva vida”. El horno, por su parte, también tiene sus peculiaridades. “Tiene su magia, unas veces te sorprende para bien y otras puede arruinarte el trabajo por completo”, ríe.
También resalta que “cada pieza es única, no va a ser como las industriales, todas iguales y perfectas, pero una pieza hecha a mano tiene alma”. Así, ella sigue "manchándose las manos con el barro" y “limpiando el alma”, porque trabajar con la cerámica le resulta “apasionante, relajante e incluso terapéutico”. “A mí me gusta mucho meterme en mi taller”, concluye, “y olvidarme de todo”.
Texto: María Jesús Castillejo.
Otoño en Urbasa. Óleo sobre tela


Obras de Naty
Conjunto de cerámica serie el ganchillo de mi madre.


Jarra como la de nuestras abuelas. Cerámica.


En blanco y negro. El blanco con tierra sigilata acabado “raku”, y el negro, con barro negro a alta temperatura y pulido.


Cuando de verdad nevaba. Mural cerámico


Los cimientos de mi casa. Cerámica esmaltada y mallado.